EL LOCO DEL CIGARRILLO

Juan Carlos Tierno era asesor letrado en el año ’84. Un pedido de informes de la oposición política para esclarecer si había golpeado salvajemente a una joven mujer no tuvo resultados. Hubo ocultamiento, complicidad, silencio. Pero ahora, que Tierno es intendente, el mensuario Lumbre publicó un testimonio que puede ser revelador: una enfermera confirma las sospechas y da detalles de aquella bestial agresión.
El hecho ocurrió en el año ’84, cuando a raíz de un pedido de informes el entonces asesor letrado de Rubén Hugo Marín en el gobierno provincial fue puesto bajo la lupa.
Oficialmente, todo quedó en la nada. La denuncia desapareció, los médicos cerraron la boca, los testigos eligieron la comodidad y la cobardía.
Pero en los primeros días de diciembre, el mensuario “Lumbre” publicó el testimonio de una mujer que fue enfermera en aquellos días. La identidad de la testigo se mantuvo en reserva hasta que la Justicia requiera sus dichos.
A las pocas horas de que el escalofriante testimonio estuviera en la calle, Tierno asumió como intendente de Santa Rosa. Hasta refirió, en su discurso inaugural, y utilizando su característico tono marcial, a la “violencia familiar”. No dijo una palabra sobre el artículo. La prensa tradicional de la capital pampeana también miró para otro lado: ni La Arena, ni El Diario, ni La Reforma publicaron una sola línea sobre las revelaciones que hizo la enfermera respecto del oscuro pasado del manodura manolarga.
Una aclaración: la joven que en aquel año ’84 fue internada en la habitación 106 del Sanatorio Santa Rosa no es la ex esposa de Tierno. Ese es otro caso.
Se reproduce a continuación el diálogo que Lumbre publicó con la enfermera:

–¿Qué recuerda de aquel episodio?
–Yo la atendí dos veces a aquella chica... estaba muy golpeada, no podía hablar... le habían quemado los pezones con un cigarrillo. Cuando pregunté quién era el autor de aquel salvajismo, me dijeron que no preguntara nada, que me olvidara. Me di cuenta que debía ser alguien con mucho poder, pero muy pronto el nombre de Tierno comenzó a correr de boca en boca y recuerdo que el diario “La Arena” lo identificó públicamente. Y ahora que he leído en Lumbre la historia de aquel episodio, se me cruzaron las imágenes de aquella mujer, una chica muy joven y muy linda.
–¿Se acuerda de las fechas en las que atendió a aquella chica?
–No tengo precisiones de fechas, recuerdo que debió haber sido en los últimos meses del año 1984 realizando guardias en reemplazo de compañeras con francos en el Sanatorio Santa Rosa. Pero por lo que he leído en Lumbre, fue en noviembre de ese año.
–¿Cómo llegó aquella paciente?
–Cuando tomé mi turno, personal del área de supervisión, al asignarme las tareas a realizar de acuerdo a cada paciente, me indicaron que cuando nos tocara atender a la paciente de la habitación 106, había que hacerlo sin hacer preguntas sobre su identidad porque era la novia de una persona muy ligada al poder.
–¿Qué más recuerda?
–Recuerdo que al ingresar a la habitación, la paciente estaba adormecida, había una luz tenue en la habitación y con otra enfermera comenzamos a curarla como corresponde con gasas furasinadas, lo cual le producía mucho dolor pues no sólo tenía los pezones quemados sino también toda el área abdominal con distintas quemaduras producidas por un cigarrillo.
–¿Usted habló con la chica?
–La chica en ningún momento habló... estaba cubierta con lo que se llama campo quirúrgico para protección.
–¿Usted volvió a atenderla?
–Sí, en una guardia siguiente, donde me di cuenta que el silencio era mayor. Después de aquella oportunidad nunca más la atendí a la chica ni supe más nada de ella ni recuerdo su identidad.
–¿Recuerda el nombre de médicos, enfermeros o empleados administrativos que trabajaban en el Sanatorio Santa Rosa?
–Varios... más que nombres recuerdo caras... pero recuerdo, entre los médicos de la administración del sanatorio al doctor Juan Héctor Savioli, al ginecólogo López Scala, al doctor Meneguzzi, del área de Nefrología, al doctor Peñalosa, al urólogo Camandona, al doctor Carlos Muñoz, al doctor Colombatto, al psiquiatra Re, al psicólogo Motzo, a la doctora Davini, a la pediatra Lastiri, de los administrativos a Nilda Dogliolo, de quien recuerdo que ejercía un poder absoluto sobre el personal, era dirigente de ATSA (Asociación Trabajadores de la Sanidad Argentina). También recuerdo a las enfermeras María, Teresita, Estela, Claudia y me acuerdo de un señor que arreglaba los ascensores llamado Edgardo.
–¿Por qué da este testimonio?
–Porque después de leer el periódico Lumbre, lejos estaba en mi pensar que algún día aquel episodio, ocultado durante tanto tiempo, saldría a la luz y se pondría fin a la impunidad que siempre protege a los poderosos, sobre todo cuando las mujeres somos las víctimas de la violencia de los golpeadores. Como mujer, creo que estos hechos aberrantes hay que denunciarlos, aún cuando soy consciente de que el miedo, muchas veces, paraliza. Por suerte, las cosas están cambiando y son muchas las mujeres que hoy estamos dando un paso al frente para desterrar de una vez por todas y para siempre este tipo de prácticas inhumanas.